Ayer (por el 22 de mayo) nos levantamos hechos leña del tute de la vispera, y me estuve media mañana actualizando este bendito blog, y desayunando con calma aqui los dos. Queriamos ir despues al Frick, pero antes nos entretuvimos por la avenida Lexington a partir de la calle 60, que es muy animada. Entramos a comer algo en un sitio pequeño frances, en la esquina con la calle 62, Mon Petit Cafe. Una quiche con puerro y brie que no estaba mal, aunque la crema de verduras que se pidio Ana estaba bastante normalita. El sitio estaba atestado de señoras mayores del Upper East Side, que tienen un caracter y una forma de comportarse que las convierte en viejas odiosas, por decirlo suavemente. Tambien habia varios clientes franceses, que yo creo que vienen mas por hacer patria, que por la comida en si.
Subiendo un poco nos encontramos con la iglesia de San Vicente Ferrer. Mira que para lo que hemos hecho por la Iglesia, nos canonizan poco a los españoles, pero los santos que producimos son de altisima categoria! Me sorprendio ver al Cristo sujeto a un travesaño en lo alto.
Por fin llegamos al Frick, en la esquina de la calle 70 con la quinta avenida. No se pueden sacar fotos en ningun lugar del museo, por lo que el relato puede ser un poco arido. La coleccion tiene pinturas, esculturas, relojes, muebles y esmaltes (enamel en ingles, pronunciese enémal, aunque suene fatal). Este museo tiene la peculiaridad de que fue originariamente la residencia privada de Henry Clay Frick, prototipo de self-made man que ascendio de origines humildes hasta convertirse en un magnate del carbon y el coque.
Frick (que nombrecito, despues del almuerzo frances!) nacio en 1849, y siendo ya empresario de exito, se alio con otro magnate, el conocido Carnegie (pronunciese Carnégui, rima con Otegui). No conozco los detalles, pero los dos prohombres acabaron tarifando, y en ello tuvo que ver una huelga que les montaron en la siderurgia, y que Frick resolvio sin contemplaciones contratando unos mercenarios que la convirtieron en una batalla campal. Despues de aquello, Frick se convirtio en el hombre mas odiado de Pittsburgh, hasta el punto de que tuvo que poner tierra de por medio. Era ya cincuenton forrado, y se vino a Nueva York, urbe cosmopolita y poco rencorosa por disputas lejanas, sobre todo si viene uno con la guita por delante. Frick directamente se compro media manzana frente a Central Park, y se dedico a fondo al coleccionismo de obras de arte, todas (o casi) de Europa, desde Rembrandts y Vermeers, hasta Monets y Toulouse-Lautrecs.
Cuando Frick se hizo la casa, el ya sabia que aquello acabaria siendo un museo, porque era la voluntad que iba a dejar escrita a sus herederos, en particular a su hija Helen, que fue la que se ocupo de ponerlo todo en marcha y de continuar ampliando la coleccion.
El edificio es precioso, y la coleccion muy interesante y variada. Da vertigo imaginarse a Frick levantandose por la noche, y recorriendo estas salas para deleitarse con sus tesoros, como el que se levanta a ponerse una leche con galletas. Por fin cuando salimos, consegui disparar la camara. Increible, se construyo en 1914!
Volvimos a la avenida Lexington para coger el metro a Brooklyn, al barrio de Williamsburg. Habia oido hablar antes de este barrio, pero no me llamaba particularmente la atencion, porque siempre decian que aquello era muy hipster, y yo este termino lo asociaba mentalmente (y erroneamente) con nuestros entrañables perros-flauta. En este error andaba yo, hasta que nuestro amigo el neoyorquino de adopcion nos vino a decir que si no ibamos a ver aquello, todo el mes en Manhattan no tendria sentido. Ante la fuerza de esta fatwa, no nos quedo mas remedio que plantarnos alli mismo, a ver what was all the hype about.
Nos bajamos en la parada de Bedford con la 7th avenue, y empezamos a seguir el recorrido de la Walking Card. Hombre, si bajas por Bedford esta curioso, se adivina un pasado mas humilde...
Eso si, tienen hasta piscina municipal:
Las mejoras en cuanto a vivienda tambien son notables:
Pero no nos parecia que fuera para tanto, de momento lo que mas me habia gustado era la libreria Spoonville and Sugartown (218 Bedford Street). Son impresionantes las selecciones de libros que ponen estos expertos de la lectura a disposicion de sus clientes, de hecho ya he picado demasiadas veces, y por temor al exceso de equipaje, me veo obligado a apuntarme los titulos de los libros que me llevaria, para ver si me los puedo comprar en Europa. Lo siento, libreros de Nueva York!
A lo que vamos, que para este viaje, no necesitabamos alforjas. Ahora bien, empecinados como nuestros navegantes de antaño, y guiados por nuestro olfato de exploradores, nos dejamos caer por la cuesta de la calle 3 Norte hacia el East River, que se adivinaba al fondo. En esto que nos encontramos un Biergarten de lo mas curioso: la carta de cervezas y de comidas estaba a la altura de lo mejor que haya en Alemania. Si tenian hasta Augustiner Edelstoff!
Poco despues, una fabrica de chocolates (Mast Brothers) donde nos volvimos locos comprando. Si pongo aqui lo que nos gastamos, me llevan a rastras al endocrino cuando vuelva. Que no cunda el panico, que hay para regalar tambien! Bueno, las pegas que nos puso una dependienta descerebrada porque una tableta no entraba en la oferta merecerian un analisis por separado. Menos mal que la supervisor estaba a mano.
Cuando llegamos al agua, el pasmo de Brooklyn: todo un paseo maritimo nuevecito, con un muelle de observacion como guinda del pastel. Pero si esto no sale en las Walking Cards!
Las vistas del puente de Williamsburg y de Downtown son grandiosas.
El edificio Memorial, sucesor de las tragicamente desaparecidas Twin Towers, luce estupendo.
Las vistas de Midtown no se quedan atras.
Todo este nuevo desarrollo incluye, como no, varios bloques de apartamentos, que pueden ver todo esto desde el balcon de su casa.
Luego nos metimos de nuevo en el barrio, y al girarnos, vimos lo que solian ver los camellos que menudeaban con crack y otras golosinas por estas calles, hasta los años noventa!
Encontramos un hotel nuevecito, con la rooftop de rigor, y buenas vistas de Brooklyn, no va a ser todo Manhattan y mas Manhattan.
Alli encaramados, vimos una puesta de sol inolvidable.
A medida que se oscurecia, en la fabrica al otro lado del rio encendieron los fogones, yo no se lo que andarian cocinando.
Al caer la noche, las calles de Williamsburg entran en ebullicion, a cada paso hay algun bar, restaurante, eatery o fiesta de unos colegas. El ambiente es chulisimo! El termino hipster se utiliza para designar una informalidad en el vestir y en la actitud, que hace que el visitante se sienta como en su casa.
Se emplea mas o menos como contraposicion al otro extremo: la Midtown crowd, que son los empleados de grandes firmas, uniformados de ejecutivos en ciernes, que se ven despues del trabajo por los watering holes, los restaurantes y los rooftops de la zona de oficinas de Midtown. Son por lo general gente de 35 años para abajo, ellas por cojones con bolsos de Prada/Chanel/Louis Vuitton, aunque lleven puesta la ropa del gimnasio, ellos mas a su aire, pero siempre muy seriecitos. La omnipresencia de esta Midtown crowd significa que el que no lleva el uniforme canta en el acto, y se lo hacen saber de forma bastante explicita. Lo de ejecutivos en ciernes lo digo porque tal y como los exprimen sus empresas, la doble vida de maratones de oficina por el dia, cachondeo con los colegas y con la churri de RRHH, que he detectado complicidad, por la noche, dura lo que dura. Cuando se hacen mayores no se lo que hacen, pero por aqui no se los ve. Me ha parecido detectar que resurgen de sus cenizas ya mayores y con canas bien asentadas, seguramente andan por su cuarto matrimonio, son ya socios de una firma gorda, y tienen a los alevines para ganar dinero para ellos.
Terminamos el dia cenando en Miranda, un restaurante en la calle Berry, sencillito y agradable.
La ensalada con pulpitos a la parrilla, muy buena. La lubina con quinoa de despues, tambien me encanto. El risotto di mare estaba bien, pero sin pasarse. Todo ligerito y muy fresco, lo mejor para cenar.
La visita a Williamsburg ha sido un exitazo, gracias a la exhortacion de nuestro amigo, y desde aqui se lo recomendamos a quien le pueda interesar.
Como aun quedaba volver en metro con un transbordo, preferimos no buscar otro rooftop al cruzar el rio, y nos fuimos para el hotel. Pero es que encima, despues de la relacion tan intensa que tuvimos con la terraza de Williamsburg, nos parecio que irnos ahora con otra seria una cerdada.
very cool blog+pics...pity my Spanish level is so low (ola+gracias only;-)
ResponderEliminarque tiemble el paparazzi
ResponderEliminarun abrazo miguelon