miércoles, 15 de mayo de 2013

Public Library, Grand Central, Claire Martin

Ayer (por el 14 de mayo) volvimos a la Biblioteca Central, en la quinta avenida con la calle 42, para ver si esta vez si que conseguiamos hacer la visita guiada. Los visitantes congregados en el hall de entrada eran muchisimos menos que la vez anterior, que siempre es mejor si la cosa no es multitudinaria. Tal vez para compensar, el destino nos deparo una guia con muy buenas intenciones, que hacia el trabajo como entusiasta voluntaria de la biblioteca, pero que nos dejo deseandole que no abandone su otro empleo. La señora en cuestion nos conto algun dato interesante sobre como funciona la biblioteca, pero poca informacion sobre lo que teniamos delante de nuestras narices, que yo creo que es la razon por la que la gente se apunta a estas cosas. Menos mal que era gratis!
 
Hay que empezar aclarando que esta es una biblioteca de investigacion y de consulta, y que de aqui no sale ni un libro. Este edificio forma parte de la red de bibliotecas de la ciudad, que consta de la friolera de 87 bibliotecas de barrio, mas otros tres centros de investigacion, aparte del que hoy visitamos.
 
La visita nos llevo por las salas mas emblematicas de la biblioteca, y empezamos por la sala DeWitt Wallace, en la esquina sureste, abierta al publico, y con unos sorprendentes cuadros de edificios notorios de Nueva York.
 
Los arquitectos del edificio se involucraron en el proyecto hasta el punto de diseñar las sillas de las salas de lectura. Funcionan de maravilla: Kevin Jesus ya no tiene excusa para levantarse de la sala de estudio.
En la esquina nordeste esta la Sala de Mapas, por la que me pase despues de que nos soltara la petarda: tenian hasta una coleccion cartografica de las naciones de Iberoamerica del año 1949... a cargo del Servicio Geografico de nuestro Ejercito de Tierra!
El edificio es de estilo Beaux-arts, y la decoracion es de lo mas variopinta, incluyendo detalles animales. 
Los bibliotecarios tambien tienen un elevado sentido estetico:
Si estuvieramos en el lejano Oeste, este aparato podria ser un revolver, pero como estamos en una biblioteca, se trata de un humilde (aunque sofisticado) sacapuntas. No hay lapicero que se resista al power del ranger.
 
Continuamos por los dos pisos de arriba, alucinando con la hermosura de salas de lectura que tienen. En el primer piso habia una galeria explicativa del edificio, y en el segundo, las grandes joyas de la biblioteca: la Rotonda McGraw, la Sala Salomon, con retratos de las familias Astor y Lenox, cuyas bibliotecas se fusionaron como germen de este sistema de bibliotecas, y la sala Rose, una verdadera Capilla Sixtina de la lectura, dividida en una mitad abierta al publico, y otra reservada a personal investigador.

El almacenaje de libros es en varias plantas bajo la sala de lectura principal (siete sotanos!), y los fondos bibliograficos son inmensos.

En la planta baja tienen ahora mismo una exposicion dedicada a Lorca, y su Poeta en Nueva York. Ibamos con prisa y no me dio tiempo a verla, pero como esta muy cerquita del apartamento... volvere!
Al salir de la biblioteca, nos acercamos a la estacion central, y entrando por la avenida Lexington, justo arriba de la calle 42, pudimos explorar el Grand Central Market, que en nuestra visita anterior se nos habia pasado por alto. Aquello es el cuerno de la abundancia, de entrada te topas con el puesto de Zabar, Grand Sachem (por utilizar la terminologia de Tammany Hall) del ramo de las delicatessen en Nueva York -casi nada.
Toda la galeria es un expositorio ininterrumpido de exquisiteces, un tercio productos frescos, dos tercios preparados. Ya puede estar rico, a 20 dolares el kilo de albaricoques! Tambien es verdad, pero ricos, estan.
 
Anduvimos deambulando un poco por la estacion, y nos acercamos hasta los andenes, para ver como los tuneles desaparecen a lo lejos en una negrura sin fondo, por la que esperamos adentrarnos la semana que viene hacia un destino sorpresa. Tambien le saque otra foto al reloj de opalo del kiosko central, que me parece una chulada, si es que hasta las manecillas estan curvadas!
Despues nos fuimos a comer al Oyster Bar, porque aunque sea pecado repetir en una ciudad con tantisimas opciones, teniamos clavada la espina de habernos equivocado con el menu la vez anterior. Y esta vez, no erramos el tiro: de primero calamares a la romana, como los sacan aqui, con un poquito de tomate frito, las anillas por un lado, y las patitas por otro, exquisitos. Una clam chowder, o sea una crema con almejas, si bien las almejas eran mas bien escasas, aunque no estaba mal de sabor (pero por favor, que lo presenten como crema de verduras al aroma de mar). De segundo, una fuente de ostras, y un clam casino, los puristas de la cocina que se tapen los oidos: son unas almejas asadas en su concha, y cubiertas cada una con una generosa loncha de bacon, para que no pasen frio en el horno. Efectivamente, con bacon, y estan que te caes de la silla de buenas.
 
La diferencia con el menu de la vez anterior era abismal, esta vez nos fuimos encantados, y preguntandonos si tendremos la desverguenza de tripitir.

Al salir por la avenida Vanderbilt, se ve hacia el norte un edificio de ladrillo floridamente decorado, con una prometedora terraza a media altura (debe ser como el piso 14). Nos acercamos a ver si se podia subir, pero nos quedamos con las ganas, porque se trata de un club privado. Nos fuimos para el apartamento, porque por la noche teniamos sesion de jazz!
Siguiendo con la tonica deja-vu del mediodia, regresamos al Dizzy's Club, en Columbus Circle (es decir, la plaza de Colon). A nuestras espaldas, Central Park, al frente, la entrada del club, y alli a lo alto, las luces azules sobre el escenario en el que esperabamos ver a Claire Martin.
Subimos al quinto piso, nos reportamos a la entrada, y la hostess nos llevo a nuestras butacas de barra. Esta vez estabamos en el lateral derecho del escenario, pero mucho mas cerca, y la cosa fue mas intensa. Claire es una cantante inglesa de jazz de la escuela de Diana Krall, mucho mas asequible para oyentes que no sean fanaticos de esta musica, y con una voz como la lengua de un gato: aspera por arriba, pero suave y calida al meterse en harina. No vayan a pensar raro: los gatos tienen una temperatura corporal dos grados superior a la de los humanos, y por eso digo lo de la lengua calida. Por que esto es asi? Yo tengo mi teoria, pero Darwin, mojate.
La cantante le hizo la reverencia a Obama, y el rejon a Cameron de rigor, y arranco el concierto, acompañada de un pianista, un percusionista, y un contrabajista que tenia un tenue parecido a Paquirrin.
Para el tramo final, subio al escenario un saxofon baritono, tremendo instrumento que ofrecia un contrapunto ideal a la voz de la Martin.
Si no lo mencione antes, aqui lo dejo dicho esta vez: el Dizzy's Club tiene una acustica excepcional. La claridad de sonido es fenomenal, e incluso desde los laterales de la sala, el sonido es perfecto. Bravo Dizzy's, te gustare en Facebook!

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